Retrato de Andrés de Urdaneta |
En el año 1559, con la intención de acabar con el monopolio portugués
en el comercio de las especias, el rey Felipe II ordenó al virrey Luis de
Velasco la ocupación permanente de las Islas Filipinas. Luis de Velasco
comisionó al que posteriormente sería el Capitán general de las Islas y
fundador de Cebú y Manila, Miguel López de Legazpi, con varias misiones como la
de retornar sin demasiada demora a México con el objetivo de asegurar una ruta
de regreso, el tornaviaje. En 1565
con el padre y cosmógrafo Andrés de Urdaneta, la nao San Pablo regresaba, desde
la isla de Cebú (San Miguel), hasta las costas de Acapulco. Tres años después,
y utilizando la misma ruta, dos galeones ya transportaban una gran cantidad de
piezas de seda y porcelana, quedando establecida la ruta comercial que unió
América con Asia.
Viaje
y tornaviaje: la ruta comercial del Galeón de Manila.
Se zarpaba de Cavite (bahía de Manila), la primera etapa del viaje era
la más complicada por tener que recorrer los estrechos y aguas interiores que
conducían al embocadero de San Bernardino. A partir de ahí, la fuerza de los
monzones arrastraba a los barcos hasta el paralelo 15 y, posteriormente, se
navegaba hasta los paralelos 31-37 desde donde la corriente del Kuro-Shiwo y los vientos del oeste les
impulsaban hacia las costas de la Baja California, que se cabotaban hasta
llegar a Acapulco. En el siglo XVIII se prefirió tomar rumbo sudeste a cierta
distancia de la costa para acortar el viaje y arribar directamente a la Baja
California.
Una vez aprestado el barco y la carga (plata americana, autoridades,
correo, presos) el barco partía de regreso a Manila por una ruta más segura y
sencilla. Se navegaba entre los paralelos 10-16 y en unos dos meses aproximados
se llegaba a Islas Marianas, y con otros quince días se arribaba en el puerto
de San Bernardino.
La preparación del Galeón
En los primeros años no existió uniformidad ni en el número ni el
tamaño de los galeones. Desde 1593 se limitó a dos el número de navíos,
quedando un tercero en reserva, en el puerto de Acapulco. Pero la cadencia de
barcos hizo que en ocasiones fallara tanto el que debía cubrir la ruta como el
de reserva. En cuanto a las restricciones de tonelaje nunca se pusieron en
práctica. Durante los siglos XVI y XVII los navíos más utilizados fueron naos y
galeones, mientras que en el siglo XVIII se sustituyeron por navíos de línea.
La tripulación incluía, además del capitán y sus oficiales, aquella
tripulación necesaria para el mantenimiento del navío y el desarrollo de las
tareas cotidianas (calafate, carpintero, capellán, etc.). Además de un contador
y un veedor para las funciones notariales y, de regreso de América a Asia, un
maestre de la plata, un alférez y un sargento mayor.
En los primeros años no se tomaron grandes medidas para defender el
galeón, pero los sucesivos ataques llevaron a las autoridades a tomar medidas
paliativas, aumentando el artillado de los buques y estipulando que no se
desmontasen los cañones.
Como la comunidad española de filipinas dependía de las ganancias de
la ruta comercial del galeón, todos sus miembros tenían derecho a participar en
el flete del navío. El espacio del galeón se dividía en partes iguales, cada
una correspondiente a un fardo, dividido a su vez en cuatro piezas. Cada pieza
se contrataba a través de participaciones, llamadas boletas. Estas piezas, a su
vez, se podían subdividir. La titularidad de las piezas debía repartirse entre
todos los ciudadanos en función de su riqueza, salvo una parte que se asignaba
para mantener a la soldada, clero, funcionariado, viudas, huérfanos,
tripulación, etc. Con el paso del tiempo, los beneficiarios se fueron concentrando
en pocas manos debido a la reventa de las boletas.
La mercancía era empaquetada generalmente por sangleyes (mestizo de Sangley: ancestro de pura etnia
china e indígena) debido a su habilidad para la logística. Cada bulto
era cuidadosamente cubierto para protegerlo del agua y los insectos. En los
primeros años las mercancías no pagaban las tasas de aduana pero, poco a poco,
se fueron imponiendo en los dos extremos de la ruta Manila-Acapulco. En Manila
adquirió dilatada importancia el impuesto que gravaba los impuestos de
determinadas procedencias, especialmente China. La parte final de las aduanas
se recolectaba en México bajo la forma del almojarifazgo. También se cobraban
otros impuestos de menor calado, como el almirantazgo o el de avería. Todo lo
recaudado era enviado a Manila para sufragar los gastos de mantenimiento de las
Islas Filipinas y las Islas Marianas.
Ruta del tornaviaje donde se pueden ver las corrientes del Océano Pacífico |
El comercio de los países asiáticos con Manila
La principal carga del Galeón procedía de China, ya que Felipe II
decidió sacar provecho de las relaciones comerciales que mantenían, desde
siglos, los chinos con Luzón. Como consecuencia, la presencia de los Sangleyes se acentuó cada vez más. El comercio de los
ciudadanos chinos en Manila se realizaba de la siguiente manera: llegados a la
ciudad y pagado el impuesto del 3% sobre el valor de su carga, los productos se
almacenaban en el barrio chino de Manila. Una vez allí, un funcionario
conocedor del comercio oriental se encargaba de intervenir y supervisar los
tratos. Con el tiempo, y debido a la corrupción de estos funcionarios, se
establece un nuevo sistema de comercio libre e individual que desembocaría
finalmente en un sistema de ferias.
Otros países también llevaron sus productos a Manila, la India, Java,
Borneo, Siam, Camboya, Japón, Persia, Turquía, etc, lo cual sancionaba la
importancia y lo boyante de la nueva ruta comercial. Las principales mercancías
transportadas fueron las sedas, prendas de vestir, así como ingentes cantidades
de porcelana. Otros productos de menor cuantía incluirían alfombras persas,
algodón, ámbar, té, armas japonesas, así como objetos de jade, marfil o jaspe.
La Feria de Acapulco
Gracias a su gran actividad como centro exportador-importador durante
la feria de comercio celebrada a la llegada del Galeón a Acapulco, se convirtió
en el segundo puerto más importante de Nueva España.
El castellano y el alcalde mayor de la plaza eran los encargados del
registro, supervisión de la descarga del navío, recaudar los impuestos,
organizar la feria, prevención y persecución del contrabando, y de controlar
las manifestaciones juradas de los comerciantes que llegaban de las islas. La
rutina consistía en cotejar los registros de embarque de las piezas descargadas
y transportarlas a los almacenes donde los comerciantes filipinos disponían la
compra-venta. Mientras, el virrey comunicaba a los corregidores y alcaldes
mayores la llegada del Galeón para que por bando (edicto o mandato solemnemente
publicado de orden superior) se diera a conocer la nueva celebración de la
Feria.
Los comerciantes que acudían eran principalmente de las provincias del
centro y sur de la Nueva España, y la mayoría acudía para adquirir productos
con los que mantener sus pequeñas comunidades. A lo largo del siglo XVIII,
estos comerciantes fueron desplazados por los almaceneros de la ciudad de
México, que llegaron a monopolizar el 80% de los ingresos totales de la Feria.
El crepúsculo del Galeón
El sistema comercial Manila-Acapulco constituyó la proyección hacia el
pacífico del sistema de flotas y galeones, que durante siglos unió Asia y
América, funcionando con una asombrosa regularidad durante 250 años.
El Galeón se encargaba también de llevar colonos que actuarían como
mano de obra en las islas, servía como buque correo, llevaba noticias del Rey y
del Virrey de Nueva España (pragmáticas y reales órdenes, noticias de guerra,
etc.). Todo ello, hizo que de alguna manera la población filipina fuese
dependiente de las vicisitudes del Galeón. Esta situación trató de ser
modificada a finales del siglo XVIII, demasiado tarde, debido a la Guerra de la Independencia y los movimientos
independentistas americanos que precipitaron el fin de la ruta del Galeón. En
1811 rebeldes mexicanos se hicieron cargo de un navío de plata preparado para
embarcar hacia Manila, y en 1813, la legislación extraordinaria de las Cortes
de Cádiz decretó la suspensión de la ruta. En 1815, el navío “Rey Fernando”
zarpó de Acapulco hacia su puerto de origen después de cuatro años en México,
en el que sería el definitivo y último viaje del Galeón de Manila.
Es curioso, lo del 3% viene de lejos.
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