Teodosio
el Grande es recordado como el emperador que decidió convertir el cristianismo
católico en la religión oficial del Imperio mediante el Edicto de Tesalónica,
pero también por ser el último de los emperadores romanos que pudo gobernar
aquel inmenso estado en su totalidad. A su muerte la división entre el Imperio
Romano de Occidente y el Imperio Romano de Oriente será definitiva. Sus hijos
Honorio y Arcadio heredarán la titularidad imperial por separado, heredando el
primero Occidente y quedando para su hermano el lado de Oriente. Corría el año
395 d.C., y mientras Constantinopla conseguirá sobrevivir otro milenio, en
menos de un siglo Roma verá su fin.
El siglo V no
hará sino recrudecer los síntomas que delataban la debilidad que venía sufriendo
el Imperio en su totalidad, aunque ésta afectó de manera especialmente
acuciante a Occidente. Aún hoy permanece muy vivo entre los historiadores el
debate sobre las causas que propiciaron la caída de la Ciudad Eterna, más
nuestra intención no es entrar en tal discusión por el momento. Sencillamente
deseamos que el lector entienda que los motivos, tanto exógenos como endógenos,
eran muchos y variados: corrupción de las instituciones, precariedad económica,
debilidad militar, presión en las fronteras, etc. Exponer la compleja situación
por la que pasaba el Imperio podría llenar una estantería, de modo que vamos a
limitarnos a presentar a quién fue uno de sus últimos protagonistas: Flavio
Aecio, el último gran general de Roma.
Flavio Aecio
nació en Durostorum (actual Silistra, Bulgaria) en el año 391. Su padre, Flavio
Gaudencio, ejerció un importante cargo militar dentro del Imperio,
concretamente como magister equitum (jefe
de caballería) en la Galia. Por otra parte sabemos que el linaje de su madre
Aurelia se remontaba a una importante familia senatorial. Ambos factores fueron
determinantes en su infancia, puesto que fue escogido para vivir como rehén
entre los hunos, sirviendo de garantía para un pacto establecido entre éste
pueblo y el emperador Honorio en el contexto de lucha contra otros bárbaros.
Debemos
entender que los pactos y negociaciones entre el Imperio y los distintos pueblos germánicos o
esteparios fueron entonces tan comunes
como lo era también el enfrentamiento armado. El limes (límite o frontera en latín) del Imperio era durante este
periodo un frente de enorme inestabilidad, y los ejércitos romanos eran
incapaces de contener a los numerosos pueblos que cruzaban hacia el interior
del Imperio: vándalos, alanos, francos, alamanes, visigodos, ostrogodos,
burgundios, sármatas, suevos, etc. Por este motivo muchos de ellos acabaron
como foederati de Roma o
Constantinopla, es decir, se les permitió vivir en territorio romano y obtener
alimentos o dinero a cambio de combatir junto a las legiones contra otros pueblos
invasores.
Aquella
estancia de casi 10 años entre los hunos sirvió a Aecio para ser un gran
conocedor de su cultura y sus tácticas. Se convirtió en una pieza clave en las
labores diplomáticas con ellos gracias a los contactos que pudo forjar durante
su juventud. Precisamente por esto se le ordenó tomar el mando de un ejército
de mercenarios hunos que debía luchar por el emperador Juan (423-425 d.C.),
quién fue escogido por el ejército para sustituir a Honorio tras su muerte, y
que se enfrentaba a el emperador de Oriente Teodosio II, en una serie de
guerras civiles entre las dos mitades del Imperio. Aecio no pudo llegar a
tiempo a Italia para salvar a Juan, pero las negociaciones con el nuevo
emperador de Occidente Valentiniano III le abrieron un nuevo horizonte. A
cambio de retirar sus tropas hunas de suelo itálico recibió el título de magister militum (jefe del ejército) en
la Galia. Fue allí, gracias al uso de sus tropas hunas, donde Aecio consiguió
afianzar su poder militar y político.
En el año 429
Aecio regresó a Italia para asumir un mando militar de mayor categoría. Al año
siguiente organizó un complot para asesinar a Félix, su superior, consiguiendo
ocupar su puesto con éxito. Poco después conseguirá eliminar a Bonifacio, magister militum de África y principal
opositor en su escalada al mando supremo. Para el año 433 había derrotado a
todos sus rivales y logró hacerse con el poder militar absoluto en todo
Occidente. A partir de este momento consiguió mantener a raya a la mayoría de
los pueblos bárbaros que campaban a sus anchas por el Imperio. Enfrentándose
con mayor o menor éxito a los burgundios, alanos, francos y visigodos que
asediaban la Galia, gracias a lo cual, la región pudo gozar de un periodo de
relativa paz y estabilidad que durará hasta el año 451.
Atila, el
mayor caudillo de los hunos, conocido en Occidente como El Azote de Dios, emprendió la ofensiva contra el Imperio a
comienzos de aquel año. A su horda esteparia se sumaron contingentes de pueblos
aliados como fueron los ostrogodos o los gépidos que vivían en los inmensos
dominios de los hunos. Su ejército cruzó el Rin, arrasando la ciudad de Metz a
su paso, tras lo cual utilizó las calzadas romanas para internarse aún más en
aquel territorio. Tras su estela sólo quedaba desolación. Antes de llegar a
Orleáns, puerta a la Aquitania de los Visigodos, había arrasado grandes
asentamientos como eran Estrasbrugo, Colonia, Reims o Amiens.
Saqueo de una villa galorromana por parte de los hunos |
Aecio, ante el
peligro que se cernía sobre el Imperio, y viendo que los visigodos no habían
podido o querido detener a los hunos en la Galia, decidió tomar cartas en el
asunto. Para enfrentarse a Atila reunió un ejército imperial al que se sumaron
tropas de francos, sajones, alanos y burgundios, los cuales a pesar de haberse
enfrentado a Roma en el pasado, preferían a ésta que a Atila y sus hunos. Además
de crear este ejército, Aecio convenció con éxito al rey visigodo Teodorico I
de formar una alianza, sumando las fuerzas visigodas al heterogéneo ejército
romano.
Las tropas de
Aecio y Atila se encontraron cuando éste último estaba a punto de conquistar
Orleáns. Atila ordenó la retirada, cruzó el río Sena y esperó para plantar cara
a Roma y sus aliados en una gran llanura próxima al río, sin duda un terreno
más que adecuado para sus grandes contingentes de caballería. Aquel fue el
lugar donde se libró la batalla de los Campos Cataláunicos. El lugar donde se
frenaron las ambiciones de Atila, Rey de los hunos.
Si bien no
hubo un claro vencedor en el campo de batalla, los Campos Cataláunicos se
consideran una victoria romana. Se trató de una batalla decisiva para la
historia de Occidente, puesto que se logró el repliegue de los hunos, evitando
la caída de la Galia y quién sabe si de gran parte del Imperio. Si Aecio
hubiera sido derrotado, los hunos se habrían convertido en un poder
indiscutible y dada su naturaleza esteparia, pagana y belicosa, es probable que
gran parte de la herencia clásica que sobrevivió al Imperio se hubiera perdido
entonces.
La batalla de
los Campos Cataláunicos consiguió encumbrar a Aecio ante los ojos de Roma, pero
al mismo tiempo acabó por ser su condena. El emperador Valentiniano III,
temeroso de la creciente popularidad de su general, pensó que Aecio querría el
trono para sí mismo. Fue en su palacio donde decidió acabar con sus temores
atravesando con una espada la espada de su general. Allí, a los pies del
emperador, Flavio Aecio, el salvador de Roma, murió desangrado.
Muy bueno.
ResponderEliminarMuy buena info. Me intriga mucho la historia antigua, y aecio siempre me parecio un personaje espectacular.
ResponderEliminarAecio, un general a la altura de los más grandes genios militares.
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