Entrada al metro por la Plaza de Legazpi |
Madrid
es una ciudad llena de Historia. Sus calles y plazas reverberan el pasado de la
noble Villa. Cuando caminamos por la ciudad, seamos madrileños o no, pasan
desapercibidos los hombres, mujeres y hechos que dan nombre a nuestras calles,
paseos y plazas. En esta nueva sección de nuestro blog queremos dar a conocer a
los ilustres (o infames) personajes que componen el callejero de Madrid.
Hoy
cogemos la línea 3 y nos bajamos en la famosa plaza de Legazpi, situada cerca
del río Manzanares y a pocos metros del Matadero de Madrid. El lugar recibe su
nombre por Miguel López de Legazpi, hijodalgo oriundo de Zumárraga (Guipúzcoa)
versado en leyes por obligación paterna, que con la misma suerte que esfuerzo
llegó a ser Almirante de la Mar Océana y Gobernador de la Capitanía General de
las Islas Filipinas, fundando las ciudades de Cebú y Manila.
Miguel López de Legazpi. |
A
principios del siglo XVI, en fecha incierta, nace en el Reino de Navarra
(integrado en la Corona de Castilla) Miguel López de Legazpi. Desde muy
temprana edad comenzó a formarse en leyes, oficio que le valdría para
desempeñar cargos administrativos en su tierra natal, y posteriormente, ser
escribano en la alcaldía de Araia (Guipúzcoa). Como muchos otros, Legazpi
decidió hacer las Américas en busca de mayor fortuna y prestigio. Las nuevas
tierras de la Monarquía Hispánica demandaban hombres capaces para su gobierno,
el de Zumárraga no desperdició la oportunidad y continuó en Indias su carrera
en la Administración. En 1545 llega al Virreinato de Nueva España, donde ocupa
puestos de responsabilidad en la Casa de la Moneda, al mismo tiempo, comienza a
relacionarse con Isabel Garcés, hermana del obispo de Tlaxcala, con la que
casará y parirá a sus nueve hijos. Su proyección fue exponencial, primero
consiguió el prestigioso puesto de Escribano Mayor, y antes de la expedición
que lo haría merecedor de un lugar en nuestra memoria, llegó a ocupar la dignidad
de Alcalde Mayor de la Ciudad de México.
Corría
el año 1559 cuando el rey Felipe II decidió encargar al virrey de Nueva España,
Luis de Velasco, realizar una expedición que crease una ruta entre México y las
Molucas. La obsesión por encontrar una ruta marítima segura que estableciese un
comercio continuo de especias no se había conseguido hasta el momento. Todas
las expediciones que habían tratado de fijar una ruta de tornaviaje hacia Nueva
España habían tenido idéntico resultado, el fracaso. Desde Jofre de Loaysa hasta
Bernardo de la Torre, pasando por Alvaro de Saavedra y Hernando Grijalva, una
tras otra, las expediciones vieron frustradas sus expectativas. La última de ellas, donde Ruy López
de Villalobos arribó a Mindanao, y le concedió el nombre de Filipinas a las
islas que antaño descubrieran Magallanes y Elcano, tuvo peor suerte. Fueron expulsados
por los indígenas e intentaron refugiarse en las Molucas, donde fueron apresados
por los portugueses. Además, las últimas ordenes que Villalobos le dio a Íñigo
Ortiz de Retes para que trazase el derrotero de tornaviaje no pudieron ser
cumplidas por el marinero, que pese a circunnavegar y bautizar la isla de Nueva
Guinea, tres meses después, se veía obligado a regresar al puerto de inicio,
Tidore, en las Islas Molucas.
Pero
crear una ruta de las especias no era el único objetivo de Felipe II, que no
escondía su malestar con un Tratado de Tordesillas que minaba la posición de la
Monarquía Hispánica en las Indias Orientales. El Rey, con la excusa de rescatar
a los tripulantes de la expedición Villalobos, ocultaba el objetivo principal:
debilitar la hegemonía portuguesa en la zona tomando posesión de las islas que llevaban
su regio nombre y fijar asentamientos estables con los que dominar el Pacífico.
Para
la consecución de este ciclópeo objetivo, el Rey se fijó en Andrés de Urdaneta
(ver entrada Galeón de Manila), navegante y cosmógrafo que conocía la mar
Pacífica por haber sido integrante de la expedición de Loaysa. La casualidad
quiso que Urdaneta fuese pariente de Miguel López de Legazpi, que como alcalde
Mayor había adquirido gran experiencia, siendo reconocido como un avezado
administrador que acumulaba gran acervo en logística y fiscalidad. Las notables
cualidades organizativas de Legazpi provocaron que Luis de Velasco, por recomendación
de Andrés de Urdaneta, le concediese la dignidad de organizar y dirigir la nueva
Expedición.
Legazpi
había hecho gran fortuna durante su carrera en la administración, contando con
un extenso patrimonio inmobiliario. Para hacer frente al empréstito
expedicionario vendió la práctica totalidad de sus bienes, consiguiendo armar
cinco navíos y reclutar unos trecientos ochenta hombres , que partirían del
puerto Barra de Navidad, (Jalisco) rumbo a Nueva Guinea, el 21 de noviembre de
1564. La primera de las sorpresas se produjo a las cien leguas de viaje, cuando
Legazpi abrió los sobres lacrados con el emblema real: las órdenes eran arribar
a Filipinas. En este momento de la travesía se fijó el nuevo derrotero. Los descubrimientos de las islas del Pacífico se sucedieron durante los noventa y tres días de expedición, destacando la isla de los barbudos (islas Marshall). Antes
de tomar contacto con las Islas de Poniente, la Expedición se detuvo en la isla
de los Ladrones (islas Marianas, Guam) para aprovisionarse y tomar posesión de
la misma para la Corona. El cinco de febrero partían hacia las islas Filipinas,
llegando a Samar (Bisayas) quince días después. Legazpi utilizó el método de
colonización clásico en los nuevos territorios: desembarco e intercambio con
los indígenas, establecimiento de acuerdos o pactos con los caciques locales basados
en la protección y tolerancia de los nativos y toma de posesión de los nuevos
territorios en nombre de la Corona. En caso de hostilidad de algún cacique
indígena, como ya se hizo en la conquista de las américas, se aprovecharían
conflictos entre grupos tribales o jefaturas, o entre estos y los portugueses,
para sacar ventaja en las negociaciones y, si llegado el caso no hubiese más
remedio, se presentaría batalla tomando el control por la fuerza de las armas. Esta
fue la dinámica mientras se exploraban las Islas (Ibabao, Samar, Leyte,
Limasawa, Camiguín Bohol, continuando por Mindanao, Siquijor, Negros y Cebú).
Llegada a Filipinas de la Expedición de Legazpi. |
En
poco tiempo la expedición dirigida por Legazpi afianzó su autoridad en la mayoría del archipiélago mediante
pactos de sangre que el mismo realizaba con los caciques locales, con las salvedades de Mindanao (con población musulmana
hostil) y las islas Sulu. Los pactos con los caudillos indígenas solucionaban
la escasez de abastecimiento de alimentos pero los expedicionarios precisaban
de una base sólida para el cumplimiento del mandato de la Corona. El lugar
elegido será Cebú, con cuantiosa población y una gran reserva de alimentos para
pasar el invierno. En un primer momento se encontraron con la oposición de los
caciques locales Raha Tupas (el que treinta años antes le había preparado el
baquete trampa a la expedición de Magallanes) y Tamuñan. La oposición se
solucionó con celeridad, desplegando tres huestes y disparando los cañones
contra el poblado. En las playas de Cebú, Miguel López de Legazpi, funda el
primer asentamiento permanente y capital base para la conquista de las islas
Filipinas, la Villa del Santísimo Nombre de Jesús y la Villa de San Miguel
(actual ciudad de Cebú). Desde este emplazamiento privilegiado, Legazpi, estaba
en disposición de cumplir el mandato de la Corona, afianzar la presencia de la
Monarquía Hispánica en el Pacífico conquistando el archipiélago filipino (en
respuesta a la expulsión de las molucas) y establecer el tornaviaje para la
organización de un circuito comercial cerrado. Legazpi ordena a Andrés de Urdaneta,
y a su nieto Felipe de Salcedo que
retornen a Mexico para establecer el derrotero. En 1566, la San Gerónimo,
llegaba a Cebú con refuerzos y colonos para hacer efectivo el proyecto de
conquista y colonización de las islas Filipinas, y establecía definitivamente el tornaviaje.
Miguel
López de Legazpi comenzó la conquista quirúrjica, isla a isla, imponiendo el
sistema de encomiendas que imperaba en las américas y emulando el sistema de
organización política que Felipe II le había remitido en sus instrucciones
generales: cuidades dúplices, una intramuros con población española, otra
extramuros formada por las poblaciones indígenas, cada zona tendría un alcalde
propio (en la población extramuros el cargo de alcalde solía recaer en algún
cacique local para paliar rebeliones), más doce concejales y un secretario. La dilatada
experiencia de Legazpi en cuestiones de administración facilitó la implementación
e implantación de las nuevas instituciones, así mismo, infundió disciplina en sus
subordinados para que respetasen a los nativos so pena de muerte, dirigió las
operaciones militares contra piratas y portugueses, y sorteó alguna que otra
rebelión en sus filas; también estableció las bases para un comercio continuado
con China, cuando rescató en Mindoro a unos esclavos chinos, forjando
relaciones amistosas con la antigua Catai.
Manila intramuros |
El
último, y célebre, capítulo del papel de Legazpi en su expedición fue la
conquista y fundación de la ciudad de Manila. En torno a 1568 recibe noticias
de un próspero asentamiento musulmán dedicado al comercio en la isla de Luzón,
llamado Maynilad. Legazpi no duda, y envía a dos hombres de confianza para la
toma de posesión del emplazamiento, el artillero Martín de Goiti y a su nieto Juan
Salcedo. Cuando los dos Marineros llegaron a Maynilad quedaron absortos por la
magnitud de su puerto, acamparon en las cercanías e intentaron establecer
acuerdos con los caciques de la ciudad; en las negociaciones, Goiti, hizo
pensar a los líderes indígenas que la estancia de las tropas hispánicas sería
corta, nada más lejos. Martín Goiti marchó con una hueste de trecientos hombres
hacia las zonas del interior (Tondo) masacrando a los nativos que no se
sometieran a la Corona, y siguiendo el río Pasig llegaron a Maynilad, que fue
sometida por las armas. La toma de la ciudad trajo como consecuencia inmediata
la rebelión de las poblaciones indígenas dirigidas por sus caciques, teniendo
en jaque a las huestes hispánicas, que se vieron obligadas a construir fortificaciones, como
la fortaleza de san Pablo, e incluso algunas tropas tuvieron que refugiarse en la
flota situada en la bahía. La rebelión duro diez meses y se zanjó con la
llegada de Legazpi, que firmó un tratado de paz con los caciques, otorgándoles
el control de la futura ciudad extramuros de Manila. El 24 de junio de 1571,
Legazpi se hace eco de la situación privilegiada y las posibilidades comerciales
de la isla de Luzón (Nuevo Reino de Castilla), fundando la Siempre Leal y
Distinguida Ciudad de España en el Oriente de Manila, que convertirá en la
capital de las Islas Filipinas. Legazpi fijó su residencia en la nueva ciudad
para la dirección y organización de la misma. El almirante había cumplido su
misión a la perfección pero su edad era avanzada y poco después de la fundación
de Manila muere el 20 de agosto de 1572.
Aquel
hijo de Zumárraga que había residido en ciudad de México la mayor parte de su
vida, murió en tierras lejanas, pobre, sin ingresos y desconociendo que el
mismísimo rey Felipe II acababa de firmar una Real Cédula, nombrándolo Gobernador
Vitalicio y capitán general de las Islas Filipinas, con una asignación aneja de dos mil ducados.
Como siempre FANTASTICO
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