miércoles, 13 de mayo de 2015

Plaza de Legazpi: Miguel López de Legazpi.


Entrada al metro por la Plaza de Legazpi
Madrid es una ciudad llena de Historia. Sus calles y plazas reverberan el pasado de la noble Villa. Cuando caminamos por la ciudad, seamos madrileños o no, pasan desapercibidos los hombres, mujeres y hechos que dan nombre a nuestras calles, paseos y plazas. En esta nueva sección de nuestro blog queremos dar a conocer a los ilustres (o infames) personajes que componen el callejero de Madrid.

Hoy cogemos la línea 3 y nos bajamos en la famosa plaza de Legazpi, situada cerca del río Manzanares y a pocos metros del Matadero de Madrid. El lugar recibe su nombre por Miguel López de Legazpi, hijodalgo oriundo de Zumárraga (Guipúzcoa) versado en leyes por obligación paterna, que con la misma suerte que esfuerzo llegó a ser Almirante de la Mar Océana y Gobernador de la Capitanía General de las Islas Filipinas, fundando las ciudades de Cebú y Manila.

Miguel López de Legazpi.
A principios del siglo XVI, en fecha incierta, nace en el Reino de Navarra (integrado en la Corona de Castilla) Miguel López de Legazpi. Desde muy temprana edad comenzó a formarse en leyes, oficio que le valdría para desempeñar cargos administrativos en su tierra natal, y posteriormente, ser escribano en la alcaldía de Araia (Guipúzcoa). Como muchos otros, Legazpi decidió hacer las Américas en busca de mayor fortuna y prestigio. Las nuevas tierras de la Monarquía Hispánica demandaban hombres capaces para su gobierno, el de Zumárraga no desperdició la oportunidad y continuó en Indias su carrera en la Administración. En 1545 llega al Virreinato de Nueva España, donde ocupa puestos de responsabilidad en la Casa de la Moneda, al mismo tiempo, comienza a relacionarse con Isabel Garcés, hermana del obispo de Tlaxcala, con la que casará y parirá a sus nueve hijos. Su proyección fue exponencial, primero consiguió el prestigioso puesto de Escribano Mayor, y antes de la expedición que lo haría merecedor de un lugar en nuestra memoria, llegó a ocupar la dignidad de Alcalde Mayor de la Ciudad de México.

Corría el año 1559 cuando el rey Felipe II decidió encargar al virrey de Nueva España, Luis de Velasco, realizar una expedición que crease una ruta entre México y las Molucas. La obsesión por encontrar una ruta marítima segura que estableciese un comercio continuo de especias no se había conseguido hasta el momento. Todas las expediciones que habían tratado de fijar una ruta de tornaviaje hacia Nueva España habían tenido idéntico resultado, el fracaso. Desde Jofre de Loaysa hasta Bernardo de la Torre, pasando por Alvaro de Saavedra y Hernando Grijalva, una tras otra,  las expediciones vieron frustradas sus expectativas. La última de ellas, donde Ruy López de Villalobos arribó a Mindanao, y le concedió el nombre de Filipinas a las islas que antaño descubrieran Magallanes y Elcano, tuvo peor suerte. Fueron expulsados por los indígenas e intentaron refugiarse en las Molucas, donde fueron apresados por los portugueses. Además, las últimas ordenes que Villalobos le dio a Íñigo Ortiz de Retes para que trazase el derrotero de tornaviaje no pudieron ser cumplidas por el marinero, que pese a circunnavegar y bautizar la isla de Nueva Guinea, tres meses después, se veía obligado a regresar al puerto de inicio, Tidore, en las Islas Molucas.

Pero crear una ruta de las especias no era el único objetivo de Felipe II, que no escondía su malestar con un Tratado de Tordesillas que minaba la posición de la Monarquía Hispánica en las Indias Orientales. El Rey, con la excusa de rescatar a los tripulantes de la expedición Villalobos, ocultaba el objetivo principal: debilitar la hegemonía portuguesa en la zona tomando posesión de las islas que llevaban su regio nombre y fijar asentamientos estables con los que dominar el Pacífico.

Para la consecución de este ciclópeo objetivo, el Rey se fijó en Andrés de Urdaneta (ver entrada Galeón de Manila), navegante y cosmógrafo que conocía la mar Pacífica por haber sido integrante de la expedición de Loaysa. La casualidad quiso que Urdaneta fuese pariente de Miguel López de Legazpi, que como alcalde Mayor había adquirido gran experiencia, siendo reconocido como un avezado administrador que acumulaba gran acervo en logística y fiscalidad. Las notables cualidades organizativas de Legazpi provocaron que Luis de Velasco, por recomendación de Andrés de Urdaneta, le concediese la dignidad de organizar y dirigir la nueva Expedición.

Legazpi había hecho gran fortuna durante su carrera en la administración, contando con un extenso patrimonio inmobiliario. Para hacer frente al empréstito expedicionario vendió la práctica totalidad de sus bienes, consiguiendo armar cinco navíos y reclutar unos trecientos ochenta hombres , que partirían del puerto Barra de Navidad, (Jalisco) rumbo a Nueva Guinea, el 21 de noviembre de 1564. La primera de las sorpresas se produjo a las cien leguas de viaje, cuando Legazpi abrió los sobres lacrados con el emblema real: las órdenes eran arribar a Filipinas. En este momento de la travesía se fijó el nuevo derrotero. Los descubrimientos de las islas del Pacífico se sucedieron durante los noventa y tres días de expedición, destacando la isla de los barbudos (islas Marshall). Antes de tomar contacto con las Islas de Poniente, la Expedición se detuvo en la isla de los Ladrones (islas Marianas, Guam) para aprovisionarse y tomar posesión de la misma para la Corona. El cinco de febrero partían hacia las islas Filipinas, llegando a Samar (Bisayas) quince días después. Legazpi utilizó el método de colonización clásico en los nuevos territorios: desembarco e intercambio con los indígenas, establecimiento de acuerdos o pactos con los caciques locales basados en la protección y tolerancia de los nativos y toma de posesión de los nuevos territorios en nombre de la Corona. En caso de hostilidad de algún cacique indígena, como ya se hizo en la conquista de las américas, se aprovecharían conflictos entre grupos tribales o jefaturas, o entre estos y los portugueses, para sacar ventaja en las negociaciones y, si llegado el caso no hubiese más remedio, se presentaría batalla tomando el control por la fuerza de las armas. Esta fue la dinámica mientras se exploraban las Islas (Ibabao, Samar, Leyte, Limasawa, Camiguín Bohol, continuando por Mindanao, Siquijor, Negros y Cebú).

Llegada a Filipinas de la Expedición de Legazpi.
En poco tiempo la expedición dirigida por Legazpi afianzó su autoridad en la mayoría del archipiélago mediante pactos de sangre que el mismo realizaba con los caciques locales, con las salvedades de Mindanao (con población musulmana hostil) y las islas Sulu. Los pactos con los caudillos indígenas solucionaban la escasez de abastecimiento de alimentos pero los expedicionarios precisaban de una base sólida para el cumplimiento del mandato de la Corona. El lugar elegido será Cebú, con cuantiosa población y una gran reserva de alimentos para pasar el invierno. En un primer momento se encontraron con la oposición de los caciques locales Raha Tupas (el que treinta años antes le había preparado el baquete trampa a la expedición de Magallanes) y Tamuñan. La oposición se solucionó con celeridad, desplegando tres huestes y disparando los cañones contra el poblado. En las playas de Cebú, Miguel López de Legazpi, funda el primer asentamiento permanente y capital base para la conquista de las islas Filipinas, la Villa del Santísimo Nombre de Jesús y la Villa de San Miguel (actual ciudad de Cebú). Desde este emplazamiento privilegiado, Legazpi, estaba en disposición de cumplir el mandato de la Corona, afianzar la presencia de la Monarquía Hispánica en el Pacífico conquistando el archipiélago filipino (en respuesta a la expulsión de las molucas) y establecer el tornaviaje para la organización de un circuito comercial cerrado. Legazpi ordena a Andrés de Urdaneta, y a su nieto Felipe de Salcedo que  retornen a Mexico para establecer el derrotero. En 1566, la San Gerónimo, llegaba a Cebú con refuerzos y colonos para hacer efectivo el proyecto de conquista y colonización de las islas Filipinas, y establecía definitivamente el tornaviaje. 

Miguel López de Legazpi comenzó la conquista quirúrjica, isla a isla, imponiendo el sistema de encomiendas que imperaba en las américas y emulando el sistema de organización política que Felipe II le había remitido en sus instrucciones generales: cuidades dúplices, una intramuros con población española, otra extramuros formada por las poblaciones indígenas, cada zona tendría un alcalde propio (en la población extramuros el cargo de alcalde solía recaer en algún cacique local para paliar rebeliones), más doce concejales y un secretario. La dilatada experiencia de Legazpi en cuestiones de administración facilitó la implementación e implantación de las nuevas instituciones, así mismo, infundió disciplina en sus subordinados para que respetasen a los nativos so pena de muerte, dirigió las operaciones militares contra piratas y portugueses, y sorteó alguna que otra rebelión en sus filas; también estableció las bases para un comercio continuado con China, cuando rescató en Mindoro a unos esclavos chinos, forjando relaciones amistosas con la antigua Catai.

Manila intramuros
El último, y célebre, capítulo del papel de Legazpi en su expedición fue la conquista y fundación de la ciudad de Manila. En torno a 1568 recibe noticias de un próspero asentamiento musulmán dedicado al comercio en la isla de Luzón, llamado Maynilad. Legazpi no duda, y envía a dos hombres de confianza para la toma de posesión del emplazamiento, el artillero Martín de Goiti y a su nieto Juan Salcedo. Cuando los dos Marineros llegaron a Maynilad quedaron absortos por la magnitud de su puerto, acamparon en las cercanías e intentaron establecer acuerdos con los caciques de la ciudad; en las negociaciones, Goiti, hizo pensar a los líderes indígenas que la estancia de las tropas hispánicas sería corta, nada más lejos. Martín Goiti marchó con una hueste de trecientos hombres hacia las zonas del interior (Tondo) masacrando a los nativos que no se sometieran a la Corona, y siguiendo el río Pasig llegaron a Maynilad, que fue sometida por las armas. La toma de la ciudad trajo como consecuencia inmediata la rebelión de las poblaciones indígenas dirigidas por sus caciques, teniendo en jaque a las huestes hispánicas, que se vieron obligadas a construir fortificaciones, como la fortaleza de san Pablo, e incluso algunas tropas tuvieron que refugiarse en la flota situada en la bahía. La rebelión duro diez meses y se zanjó con la llegada de Legazpi, que firmó un tratado de paz con los caciques, otorgándoles el control de la futura ciudad extramuros de Manila. El 24 de junio de 1571, Legazpi se hace eco de la situación privilegiada y las posibilidades comerciales de la isla de Luzón (Nuevo Reino de Castilla), fundando la Siempre Leal y Distinguida Ciudad de España en el Oriente de Manila, que convertirá en la capital de las Islas Filipinas. Legazpi fijó su residencia en la nueva ciudad para la dirección y organización de la misma. El almirante había cumplido su misión a la perfección pero su edad era avanzada y poco después de la fundación de Manila muere el 20 de agosto de 1572.

Aquel hijo de Zumárraga que había residido en ciudad de México la mayor parte de su vida, murió en tierras lejanas, pobre, sin ingresos y desconociendo que el mismísimo rey Felipe II acababa de firmar una Real Cédula, nombrándolo Gobernador Vitalicio y capitán general de las Islas Filipinas, con una asignación aneja de  dos mil ducados. 





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